La novela tiene reminiscencias del wéstern, de la trilogía de la caballería de John Ford, con un Cid que bien podría ser un trasunto medieval del juez Holden de Meridiano de sangre de Cormac McCarthy, pero algo menos cruel, una figura en todo momento desmitificadora. “Esta novela no tiene nada que ver con la Reconquista, la patria ni nada. Son mercenarios ganándose el pan. En el siglo XI la gente luchaba por sobrevivir, no por la cruzada. Es un concepto fabricado después para quien quiere justificar. He visto luchar y morir a mucha gente en la vida y nunca he visto a nadie morir por los discursos y los pretextos de los de la retaguardia. La gente batalla por cosas prosaicas”, reflexiona el creador de Alastriste.
Hay un momento de Sidi en el que el Cid conversa con Mutamán, rey moro al que alquila su espada, y este le dice, antes de que los dos terminen rezando juntos, que ellos cumplen con los mandatos del islam “aunque de un modo civilizado”. ¿Imagen de una España que no pudo ser? “No, no, no. Ningún país del mundo es así. La convivencia entre tres culturas, su integración en plano de igualdad, es imposible. Otra cosa es la coexistencia, eso sí. Quien habla de una España tolerante no tiene ni puta idea de lo que fue la Edad Media española”, contesta tajante.
La historia que encierra el libro reproduce un universo de personajes complejos, difíciles de encasillar, peligrosos. “Me gusta la gente peligrosa, me interesa. Se aprende más de ellos. De la maldad, de la violencia, de la dureza se aprende más que de la bondad”, asegura. “La bondad”, continúa tras el único silencio de la conversación, “la bondad es más aburrida como novelista. De un bueno aprendes bondad, pero si no eres bueno no te sirve de nada. De un malo aprendes manipulación, mentira, supervivencia. Pero hay que estar intelectualmente preparado para que sea útil”, explica con ese gusto característico por no eludir ningún charco.
Asegura Pérez- Reverte que podría dejar de escribir, pero no de leer ni de navegar; que a pesar del ritmo de publicación tiene tiempo libre; que Twitter le sirve para ajustar cuentas, pero también para crear un vínculo con los lectores, difundir historias, no quedarse encasillado en su propio mundo. También, que, al contrario que con sus personajes Falcó o Alatriste, no va a seguir con el Cid; su historia con él ha terminado, pues su interés se limitaba a antes de que fuera poderoso, a la leyenda.
EL MÉTODO PÉREZ-REVERTE
El método de Arturo Pérez-Reverte es sencillo. Cuando escoge una historia vive con ella hasta que la termina. Lee todo sobre el asunto, se empapa. En el caso de Sidi recurrió a otras ficciones sobre su personaje, a las fuentes originales y a su propia experiencia. “Tengo unas referencias personales, un conocimiento de la violencia, la tortura, la muerte, la sangre, el dolor. No me lo ha contado nadie en la barra de un bar, lo he aprendido en la vida y he pagado mi precio. Aporto de mi biografía el mundo de polvo, frío e incertidumbre en el que vive El Cid”, explica.