Patricia Zapata.- A decir del importante analista de la moda William Cruz Bermeo, con el comienzo del siglo XX, el mundo occidental asiste a una serie de rupturas, no sólo en lo político, en lo económico y en lo social, sino en el campo de las artes que, entre otras consecuencias, consolidan la unión entre el arte y la moda.
Es el caso de la producción realizada en la casa de modas de Elsa Schiaparelli, que logra trasladar el arte surrealista a la ropa y dominar, junto con Chanel, el campo de la alta costura de su época, como nos recuerda Cecil Beaton en su interesante libro El espejo de la moda.
Elsa Schiaparelli habría de reconocer estar en deuda con el diseñador Paul Poiret, pues la primera colección que vio en París fue la de él, en 1922. Esta exposición de moda impactó fundamentalmente sus ideas y sin duda contribuyó al éxito de su carrera.
Poiret fue el primer diseñador de moda en colaborar con los artistas de vanguardia de aquella época. Sus iniciativas sirvieron de modelo para las dos grandes modistas antes mencionadas: Schiaparelli y Chanel.
De manera frecuente se asume que la aplicación del surrealismo a la moda fue dominio únicamente de Elsa Schiaparelli, sin embargo Coco Chanel también jugó un papel muy activo en los círculos parisinos que conectaban el arte y la moda, incluyendo el surrealismo. Era amiga de la artista Tamara de Lempicka, de Misia Sert, distinguida integrante de la alta sociedad parisina. También lo fue de Diaghilev, de Igor Stravinsky, de Jean Cocteau, de Christian Bérard, de Eduardo García, de Marcel Vertès y de Salvador Dalí, entre otros.
Era inevitable que Chanel también se aventurara al surrealismo. Durante los últimos años de la década del 1930, la gran Coco, dio lugar a una fascinante interacción entre el arte y la moda.
En una reseña del conocido libro de Cruz Bermeo, -Del Surrealismo a la Moda en el Museo-, se señalaba que: “Schiaparelli estaba creando moda inspirada por, -y en colaboración con-, artistas de vanguardia de la época, como Dalí o Cocteau, entre otros muchos […] mientras que Coco Chanel, su más grande rival, estaba diseñando trajes a la moda para la nueva mujer emancipada y se mantenía fiel a la filosofía de la Bauhaus, donde la forma sigue a la función”.
Chanel, inspiró a las nuevas generaciones de diseñadores, desde Geofrrey Beene a Zandra Rhodes, hasta Yves Saint Laurent, y sigue influenciando a los enfants terribles de hoy, entre ellos a John Galliano y Jean Paul Gaultier.
El término surrealismo fue acuñado en 1917 por el francés, escritor, poeta y crítico de arte Guillaume Apollinaire. Al cobrar impulso como fuerza cultural, diversificó sus actividades hacia el cine, la fotografía y la moda. La exposición Fashion and Surrealism, realizada en el Fashion Institute of Technology , en Nueva York y en el museo Victoria & Albert, en Londres, de 1987 a 1988, revisó y dio cuenta de la sustantiva participación de la moda en el surrealismo.
Si la moda, tiene en su naturaleza ciertos elementos del surrealismo como son la sorpresa, la ilusión y la ironía ¿por qué los surrealistas no habrían de apropiársela como forma de expresión?
Posteriormente el Arte Pop, que surge en la década de los cincuenta y se propaga en el decenio siguiente, empleaba la imaginería de la cultura de masas y el consumismo, cosas como las tiras cómicas, los anuncios y los empaques. La moda lo adoptó rápidamente y tuvo un rol importante en su difusión. El Arte Pop, posibilitó el regreso del arte figurativo, la publicidad y las revistas.
Y aunque muchos piensen que la moda es demasiado comercial para ser tratada como arte, -y por supuesto es una industria enorme-, siempre ha existido cruce entre esos dos mundos, donde muchos artistas decidieron incorporar la moda en su obra.
Apareció entonces, otro nuevo autor productor de plusvalía en la sociedad del capital. El nuevo artista incorporado obtenía visibilidad inmediata, ingresos rápidos y promoción gratuita a la vez que caía en las garras del consumo feroz y la caducidad repentina.
Bienales Fashion, certámenes de arte que llevaban el nombre del diseñador de moda organizador, eventos expositivos, publicidad subliminal integrada en las formas artísticas, obras de arte con forma de botella de vodka, grandes logos, monumento culturales. En definitiva, un cúmulo de estrategias comerciales, todas ellas diseñadas para obtener identidad corporativa.
Actualmente todas esas modas esporádicas instauradas gracias a la interrelación entre arte y marca o arte y moda se encuentran en un proceso automático de normalización y falso interés.
A finales del siglo XX, la moda se define como un fenómeno híbrido dentro del sistema de producción de la eterna ostentación del poder a través de las apariencias y mudables representaciones artísticas. Surgió coincidiendo con el nacimiento de la vida moderna que, se oponía a la estática tradición medieval.
La cultura moderna, hija de la nueva movilidad de la época, inducía a la competición de clase a través de la rivalidad por el aparentar. Las clases que buscan respetabilidad social, -a decir de Gilles Lipovitesky-, imitan las maneras de ser y de aparecer de los de arriba. Mientras Berman declaraba: “para que la gente, cualquiera que sea su clase, pueda sobrevivir en la sociedad moderna, su poder deberá adoptar la forma fluida y abierta de esta sociedad. Los hombres y las mujeres modernos deben aprender a anhelar el cambio”.
En la obra de Nelson Di Magio se descubrió que en la moda existen una gama de significaciones sociales, estéticas, morales y económicas encerradas en su universo frívolo.
El cuerpo y la posición, la manera de caminar, los gestos, la forma de sentarse, se han modificado según las culturas y han sido determinantes los hechos políticos y económicos. Es de recordar que la Revolución Francesa introdujo la moda burguesa opuesta a la moda monárquica, las guerras y los deportes del siglo XX masculinizaron la vestimenta femenina.
Es decir la moda designa un sistema de representación temporaria de la vida social en sus diferentes estamentos.
El interés por la corporalidad ha sido históricamente compartido por artistas y diseñadores desde los años sesenta hasta la actualidad.
Con la moda pasa lo mismo que con una obra pictórica o una escultura; las hay extraordinarias y las hay simplemente terribles.
En conclusión: no existe ninguna diferencia artística real entre un cuadro y atuendo de alta costura, cuando ambos manifiestan verdadera creatividad y reflejan el alma de quienes los hicieron.
*Antropóloga y escritora
lmexicana@gmail.com